En algunas localidades, a unos 400 kilómetros de distancia, se le divisó cruzando el cielo a una gran velocidad y según los testigos parecía una bola de fuego con una cola muy brillante, hasta que se le perdió de vista por el horizonte. Segundos más tarde, según lo descrito por los testigos, emergió del horizonte una gigantesca nube de humo oscuro y cenizas y a continuación se pudo escuchar la gran explosión con varias detonaciones.
Leonid kulik junto con sus colaboradores se adentraron en el fantasmagórico lugar, pero no encontraron el supuesto cráter por la caída del posible meteorito o cometa como ellos esperaban. Solo encontraron un inmenso cementerio de árboles caídos e incinerados. Pero no estaban tumbados de cualquier forma, sino la tremenda onda expansiva los había tumbado en un patrón radial, es decir en circulo. La parte inferior de cada tronco apuntaba hacia el epicentro de la explosión.
Centenares de árboles caídos e incinerados, en la “zona cero” de la explosión, se podía contemplar la forma radial que formaban los árboles derribados como simples palillos.
En las siguientes expediciones se fueron constatando el alcance de este fenómeno en Tunguska y se empezaron a dar explicaciones más certeras y claras después de las investigaciones. Evidentemente no hubo colisión contra el suelo a no encontrarse el resultante cráter de impacto. La explosión del objeto se produjo a varios kilómetros de altura y la tremenda onda expansiva se produjo en todas direcciones derribando a los árboles, quedando las partes inferiores del tronco apuntando al epicentro de la explosión.
Reconstrucción del cráter tal y como se vería si el lago estuviera casi vacío.
Aunque recientemente se ha encontrado lo que podría ser un cráter de impacto en el fondo del lago Cheko, situado a 8 kilómetros del epicentro de la explosión. Los investigadores tienen previsto realizar una nueva expedición al lugar en 2008 para realizar perforaciones que les permitan determinar si se trata de un trozo de meteorito, es decir un fragmento del meteorito o del cometa original que causo la destrucción de más de 2.000 kilómetros cuadrados de bosque cerca del río ruso de Tunguska
Afortunadamente, hasta el día de hoy, no ha habido otro fenómeno Tunguska, ya que si este meteorito o cometa hubiera explotado sobre una zona poblada habría sido una tragedia comparable con la caída de la bomba atómica sobra una ciudad, es decir la destrucción total.
Normalmente, se internan en la atmósfera terrestre pequeñísimos restos o trozos de algún meteorito o cometa a los que se les llaman “Bólidos”.
Se denomina bólido o bola de fuego al fenómeno luminoso de magnitud -4 (brillo del planeta Venus) o inferior generado por una partícula de origen interplanetario que al penetrar en la atmósfera terrestre a velocidades comprendidas entre 11 y 73 Kilómetros/Segundo. Y como he escrito antes, tales partículas son fragmentos desprendidos de asteroides, cometas o, más raramente, de la Luna o Marte.
Yo personalmente he tenido la suerte de observar varios Bólidos y uno de ellos en plena luz del día. La diferencia entre la estrellas fugaces o meteros y los bólidos son el brillo y la duración del tiempo en desintegrarse en la atmósfera, en el bólido es mayor y mas espectacular, incluso puede llegar a caer sobre la superficie un pequeño fragmento de roca que ha sobrevivido al rozamiento con los gases atmosféricos. Además es posible calcular la orbita de este fragmento de roca y así poder asociar a que meteorito o cometa conocido que coincida con su misma orbita pertenece este Bólido.
El espectacular bólido Huelva (SPMN211007) fue registrado por las cámaras de vídeo de la Universidad de Huelva ubicadas en Sevilla. La cámara de vídeo estaba dotada de una red de difracción que descompone la luz de la bola de fuego (véanse las líneas espectrales que aparecen a la derecha) y permite determinar la temperatura y composición química de la partícula. Su órbita en el sistema solar mostró que estaba asociada al famoso cometa 1P/Halley.